No para de subir escaleras para salir del metro, aunque más que salir, esta escapando. Anda rápido aunque no tiene prisa. El metro siempre le ha parecido un mundo extraño, donde muchos desconocidos comparten poco espacio y en ocasiones demasiado tiempo. Es un lugar donde trata de estar poco. Llega a un pasillo que no tiene fin, se cruzo con un señor mayor que con poca expresión de felicidad, esta hablando sólo, seguidamente pasa una chica muy joven escuchando música a todo volumen. ¿Estará tratando de evadirse de esa realidad tan gris? Hace bien, yo también lo hago cuando me pongo a leer un libro en esos largos trayectos.Piensa en ese instante. La cultura siempre le ha ayudado a huir de la mediocridad. Sube otras escaleras, le parece que son las ultimas porque ese pestilente hedor a humanidad, tan característico de la linea uno, se esta diluyendo en aire más fresco. Por fin sale a la calle, ha quedado con su familia para asistir a la inauguración de una exposición de fotografía de un pariente. Su objetivo es el Ateneo en la calle prado. Es sábado y el centro de Madrid esta atestado de gente. Sin querer alguien le ha dado un empujón. ¡Que lejos estamos los hombres de esa armonía que tienen los pajaros al volar! Ellos, por muchos que sean no se molestan y sin embargo nosotros somos caóticos, caminando o en el coche, da igual. Encuentra la calle Prado, y comienza a bajar. Se estoy agobiando con la gente y el ruido. El frio le esta congelando la cara y tiene los pies helados. Echa de menos ese sol tímido que calentaba su cara días atrás cuando subió a la sierra. De repente, como si fuera un oasis en el desierto, aparece ante él el Ateneo con esa fachada señorial. Una sensación de paz le invade en medio del caos. Entra, y en seguida se encuentra con todos en la sala de exposiciones temporales. Saluda y en cuanto puede se pone a contemplar las fotografías. No son muchas, pero suficientes. Tiene el sentimiento de que la belleza les ha rodeado a todos sin posibilidad de escapatoria, y es que dicen que una imagen vale más que mil palabras, aunque no todas las imágenes comunican con igual profundidad como las que esta viendo ahora. Estas fotografías, tienen filosofía, psicología y espíritu propio. Son algo material que se trasciende a si mismo. Para captar ese mensaje subliminal de la cotidianidad ese fotógrafo tiene que tener una mirada profunda y un pensamiento critico envidiable. Se queda maravillado mientras en silencio sigue contemplando todo lo que le rodea. A él siempre le ha gustado mucho la fotografía. Le parece un intento del hombre por evitar la potencial tragedia: El paso del tiempo. Una obsesión que roza la enfermedad en muchas personas.
El tiempo se le pasa volando y tiene que irse. Sin embargo, siente que una vez más, la cultura le ha salvado de la caótica vida de la ciudad.